Los 15 Días de Navidad: Las Compras

Pues el día después de tener que reconocer que me quedaba otro año de esclavo ordinario sin ninguna esperanza de salir del agujero, tuve la ligera alegría de saber que por lo menos empezaban las vacaciones.  Era consciente de que había otros dentro de los confines de este país que, gracias a la suerte de haber escogido un ridículo papel con cinco cifras estúpidas impresas iban a disfrutar de unas vacaciones para, como poco, el resto de sus vidas, pero hice una esfuerzo grande para suprimir todo esto de mi mente, al igual que hice con ese absurdo número ganador de hace ocho años, ese jodido 08103.   Me siento un poco rencoroso hoy, lo siento.

        Sin embargo, invariablemente tenían que llegar las navidades.  Normalmente caen el mismo 22 de diciembre y coincidiendo con la Lotería, pero este año no fue así.  Tengo la sospecha de alguien nos está recortando días aquí y allá sin nuestro consentimiento.  Me entran ganas de cometer un acto de protesta para hacerle al mundo ver lo mal que estoy pasando.  Pero me falta el poder de un controlador aéreo y no creo que con que diga “No voy a dar clase de inglés” pueda paralizar el país y ni doblegar la economía.  Habrá más de uno, incluso, que se alegra.  Lo que duele saber lo poco que tu puesto en la vida repercuta en la de los demás.  Pues nada.  Me fastidio.  

         Llueve a cántaros.  El típico día de diciembre cuando no se quiere uno salir de casa y no he hecho más estar fuera.  Encima no llevaba paraguas conmigo, pero porque nunca lo hago.  Es una manía mía.  Bueno, más bien llueve a cántaros según.  Cuando estoy metido, bajo un tejadito, curiosamente las nubes se encuentran sequitas.  Pero nada más salir al intemperie, empiezan las primeras gotas.  No muchas.  Y ahí está el engaño.  Sigues andando pensando que no va a ser para tanto y ¡zas! te pilla un buen chaparrón.  Es impresionante lo mucho que uno puede empaparse en un día.

        Y eso que iba a empezar a hacer las compras navideñas.  Un poco tarde ya sé, pero la verdad es que el tiempo se me ha ido de las manos este año.  Desde hace años España ha decidido que el viernes después del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos será cuando se arranca la temporada de comercialismo bestial.  Os lo juro.  Todo el mundo sabe que el famoso Viernes Negro (llamado así por los números negros que se apuntan en los libros de contabilidad) ha sentado un precedente sobre cómo forrarse en estas fechas.  Eso lo han sabido desde hace décadas en los States.  Por eso dicen que Franklin Roosevelt fijó la fecha oficial del Día de Acción de Gracias una semana antes para ampliar la época de compras.  Eso fue en el año 1942.   

          España adoptó esta postura no hace muchos y como consecuencia casi podríamos llamarle a esta estación Los 42 Días de Navidad: las cinco semanas antes y las dos después.  Es una experiencia agotadora, ya lo creo.

       Pues esta vez, he dejado que se consuman todos los días menos dos, y al final, el penúltimo, por motivos varios, se quemó también.  Pero no pasa nada; aunque queda la mañana del 24 que para mí es un mundo de tiempo.  Eso espero, por lo menos.

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