No sé qué pensáis vosotros, pero a mí me gusta llegar a casa los viernes y durante unas horas por lo menos olvidarme del trabajo. Me gusta sentarme en el sofá estirar las piernas y disfrutar de las horas y días de descanso que me corresponde por ley. Lo que no me gusta es enterarme de que tengo que dedicar dos años más de mi vida cotizando para que me dejen jubilarme. Otro día a lo mejor sí. Pero un viernes, vamos, no hay derecho, ya te digo.
Llego a casa el viernes a las cinco. Echo la tarde con Clara viendo un poco de tele y jugando al Party, y luego entro al internet y veo que el gobierno y los sindicatos han llegado a un acuerdo sobre la subida de la edad de jubilación desde los 65 hasta los 67 años. Prefiero la manera en la que lo expresa en la prensa: retrasan la edad mínima. Suena más doloroso todavía.
No es que me afecte particularmente en el sentido porque pienso seguir trabajando hasta los 85, pero sí molesta que me obliguen. Pero si hay que hacelo, qué remedio. Esto es como una moda en Europa. Todos se están apuntando a la corriente. Ya lo hicieron en Francia y mira qué bien lo han recibido. Casi queman el país entero. ¡Vaya imágen que daba Europa en esos días! ¿Trabajar más? ¿Qué dices?
España ha respondido con más dignidad. Solo los nacionalistas han convocado una huelga. ¡Menudo fracaso! Últimamente las huelgas no surten el efecto que se espera, a no ser que seas un controlador áereo y sales de la torre a las seis de la tarde sin avisar. El resto del país lo ha comentado entres los cafés y churros del café de la mañana sin mayor importancia. Para mí, siempre que no quiten la hora del café y churros, estamos todavía a salvo.