El Discurso del Rey

Pues por fin el otro día conseguí ver la película de moda.  Hizo falta que comprar la última entrada del pase y dejar a la abuelita detrás de mí en la cola fuera de la sala, pero vamos, así es la vida.   Hay que espabilarse.  Cogí el papelito, me reí un poco, y le dije a la señora que quedaba unas cuantas para la siguiente sesión.

          Ella levantó su bastón y lo metió entre mis piernas y lo paró a pocos centímetros de la zona de peligro y me recordó que la vida puede ser más corta para algunos que para otros.  Tenía espíritu de lucha, desde luego.  Dijo: “And you will know my name is the Lord when I lay my vengeance upon thee!”

         Respondí: “¡Diós!  Sí que es usted cinéfila.  Coja mi entrada, please.”  Extendí la mano rezando por su clemencia.

          No haría falta.   La señora me perdonó como un buen verdugo perverso y entré a disfrutar de la película. 

          No sé si somos muchos, pero a mí me gusta ir al cine solo, no todos los días, ni todas las veces, pero sí de vez en cuando.  De alguna me adentro más en el cine.  Me centro en lo que veo.  “El Discurso del Rey” tiene pinta de arrasar en los Oscars y aquí en Madrid ha sido la wundarfilm de invierno.  Siempre me da miedo presenciar un espectáculo con tantas expectativas pero esta vez, en general, se han cumplido.  Es un tipo de cine que hacen los ingleses mejor que nadie.  No sé cómo deciroslo.  El ritmo, los diálogos, la fotografía, la historia.  No quién fue quien lo dijo (sé que fue mi amigo Pepe quien me lo dijo a mí) que los ingleses son los mejore intérpretes del mundo cuando no se mueve y estoy, en general otra vez, de acuerdo.  Son capaces de transmitir enormes emociones sin pestañar.  Admirable.

           Lo que más me impresionó fue el personaje del rey.   Luchó durante años por superar lo que le impidió sentirse seguro de sí mismo.  Ese hombre era más fuerte que muchos porque se mostraba ser tan débil, con debilidades que tenemos todos, pero que muchas veces no somos capaces de reconocer, y lo que es peor, afrontar.    Nos recordaba que en la vida hay que luchar siempre y, sobre todo, hay que ser humilde, porque la humildad es una de las virtudes de mayor fuerza del mundo.   Y lo mismo me pilló en un momento débil, pero había momentos que me emocionaron mucho. 

            ¡Qué rey más humano!  ¡Qué humano más real! 

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