Bueno, por fin consigo salir un poco del barrio y hago una de las cosas que más me gustan: conocer cosas nuevas en esta gran ciudad, incluso en zonas viejas. El otro día quedé con unos amigos que iban a un nuevo sitio en Madrid llamado el Microteatro por Dinero. Es un concepto nuevo (para mí por lo menos) de realizar y vivir una obra de teatro. Se encuentra en la Calle de Loreto y Chicote 9, al lado de Ballesta, una zona bien castigada durante décadas por la mala vida urbana. Como tantas partes en el centro, allá por las bocacalles de la Gran Vía, lo que eran hasta hace poco manzanas tristes y abandonadas, dejadas a la suerte de la desesperación, ya han ido recuperándose a través de nuevas tiendas tipo boutique, nuevos restaurantes de cocina fusión y locales alternativos pero chic. Ballesta también está en plena transformación y aunque todavía hay una extraña mezcla de prostitutas en la calle con caras de aburridas (me pregunto que sí podrán fumar en un lugar de trabajo aunque esté al aire libre) y restaurantes de autor. Es una amalgama sugerente que debe de gustar a los que pasean por allí.
El Microteatro por Dinero es justo lo que su nombre indica: un local grande con 6 salas micro para 6 obras que se representan cinco veces cada noche. Nació de una idea original que se llevó a cabo no hace mucho en un antiguo burdel renovado en la calle Ballesta donde durante un fin de semana hicieron hasta 20 obras cortas en veinte salas diferentes, o algo así. Gracias al inmenso éxito que tuvo, se creó algo permanente. Las obras cuestan 3 euros y no duran más de 15 minutos, por tanto puedes ver a más de una en la misma visita. El aforo se limita a unos 10-15 espectadores, a veces menos. Cada mes tiene un tema, el de febrero es “el sexo”, el de marzo, “el amor”. Muchos actores son desconocidos pero de vez en cuando aparece algún famoso.
Llegamos y elegimos una dirgida por un amigo de mis amigos. La cogimos para las 21.40 y como nos sobraba tiempo, pudimos tomar algo en el bar y hablar. A la hora prevista, nos llamaron diciendo que nuestra sala estaba ya lista. Bajamos una escalera y entramos en un pasillo largo, estrecho y oscuro (claustrofóbico), que hubiera servido perfectamente para cualquier psicópata buscando un zulo para alquilar. Abrieron la puerta de nuestra sala y entramos. Por supuesto pensé que íbamos a poder sentarnos, pero la verdad es que en una cosa de esta naturaleza, no sé porqué pensé en lo convencional. Solo podíamos estar de pie, y detrás de algo así como un persiana abierta. Estaba todo oscuro y no entendía nada hasta que una mujer encendió una lámpera y vimos unas sala decorada de época, diría yo, de los años 40. Ella estaba media vestida, y nosotros nos convertimos en una especie de mirones. Maravillosa la idea. Uno de nosotros resultaba ser el otro actor, un chaval jóven estudiante de piano que está espiando a su profesora, una mujer algo mayor pero aún con mucho encanto sensual. El entraba en la sala y ahí empezó el diálogo. No os cuento más, por si lo queréis ver. Sí os diré que la historia no estaba mal, sin sorpresas (cosa que creo que es fundamental para la mayoría de las historias breves), que ella lo hizo fenomenal y que él me convenció menos.
Pero fue la idea, la novedad, la frescura que me encantó y me veo volviendo de vez en cuando para ver algo diferente.
No todo los temas son para adultos. El local tiene una oferta de obras infantiles los fines de semana, a las cual tendré que ir con Ana y Clara para ver qué tal. Son muy buenas críticas y me fío mucho de su criterio.
Y como siempre, hay una buena gama de restaurantes y sitios de cocktail por la zona para todos los niveles y gustos. Uno que encontramos que nos llamó la atención por su buen precio era una nueva pizzería cuyos dueños son dos belgas. Hmm. Curioso. Se llama Al Cuadrado, está en la calle Ballesta y venden una gran variedad de pizzas con sabores originales al peso. Me gustó especialmente la crujiente masa.