Un Dia en el Campo 3

Justo cuando estaba haciéndome la idea de meterme en el spa y someterme a un masaje a manos de una doncella manchega, Jorge me arrancó de mi sueño y me metió en el coche para llevarme a su pueblo, Fuente de Pedro Naharro.  Me encantan los nombres de los pueblos manchegos.  Algunos suenan nobles como Belmonte del Tajo, otros imponentes como Tembleque y unos te describen algún detalle de su pasado sin que nadie sepa seguro porqué.  Fuente de Pedro Naharro debió de ser un manantial perteneciente al dicho señor, y ya está.  De hecho, el ayuntamiento lo confirma.

        No suelo ir a un pueblo solo para podar una parra, pero fue precisamente esa la misión que me encomendó Javier.  Aparcamos en la calle, entramos en el garaje y aparecimos en la piscina donde detrás había una parra con ramas tan finas como hojas de hierba yendo en todos los sentidos, un poco mi pelo últimamente.  Algunas seguían instintivamente la pauta marcada por el alambre se agarraba allí.

        “Poda esto y vuelvo en 20 minutos, media hora.”

        “Si quieres, me puedes encadenar a la pared para que no me escape.” Le vacilé. 

        “No hace falta.  Hay un perro fuera que te podará a ti como intentes salir.  Ahora vengo.”

        “Me alegro.”  Cogí las tijeras grandes, que algunos llaman un podador, y me dispuse a rapar a la planta de la mejor forma posible.  Había pasado algunos años y no me acordaba bien.  Lo bueno de eso era que, de hacerlo mal, pasarían unos seis meses antes de que se dieran cuenta.

        De todas formas, me encantó la experiencia.  El trabajar en el campo.  Me sentía libre y tranquilo.  Podía haber podado toda la tarde si no fuera por el entrecot que me esperaba…

Leave a Reply

Your email address will not be published.