Una vez desconectado volví a la mesa de radiografía para concertar una hora para el rayo X y de paso preguntar otra si podía cambiar la fecha de mi ecografía del día siguiente a esa misma mañana, que de esa manera podía liquidar todo en el mismo momento. La cola era más larga esta vez y había más complicaciones debido al empleo de algunos interesados de usar el “solo quiero preguntar una cosa y ya que estoy aquí me puedes atender.” Me saca del quicio esa técnica pero ¡cómo funciona! A veces, por lo menos. El primero me sorprendió porque era un joven y ellos no suelen recurrir a esas medidas. No dije nada porque pensé que solo iba a hacer la pregunta e irse, pero mira por donde, el chaval consiguió saltarse a siete personas…conmigo a la cabeza. Nunca sé como afrontar esas situaciones. Frustran porque sé que la gente no es tan tonta, pero rara vez les llamo la atención. Además casi siempre ocurre que al final no se sabe bien si su consulta va a durar 10 segundos o 10 minutos y cuando ya no hay nada que hacer, me corto y me callo.
Cuando se fue, me tocó a mí. Me acerqué y antes de abrir la boca, una señora, ya las de esas mayores que son expertas en esa estrategia, me flanqueó y empezó a hacer una miríada de preguntas, con un ligero tono de pánico para dar la impresión de ser desesperada. Es así cómo se hace. Y en el momento en que te das cuenta lo que está sucediendo, ¡zas! está dentro y tú te quedas fuera.
Afortunadamente me había tocado una recepcionista con muchas tablas en estos asuntos y enseguida le despachó al final de la cola. Que conste que le costó, porque la mujer insistía, pero sus esfuerzos pasaron en vano.
La fase de la radiografía fue tan breve que llegué a pensar que no habían tomado una foto de mi esqueleto. Me gusta oír ese suave “beep” que indica que un asalto de ondas me está atravesando el cuerpo, pero supongo que hoy en día ya no se hace. O eso, o me estoy quedando sordo. Con eso, no había más que hacer que ir a ver a la anestesista…pero aún quedaba una hora así que fui a desayunar.