Si estoy aquí entre vosotros escribiendo estas líneas, es porque la operación salió francamente bien y estoy sano y salvo…evidentemente…no me esperaba menos. No os dejé en ascuas porque, a nivel de intervenciones, esta está chupada. La tasa de éxito roza la perfección. Cualquier complicación se debe a una condición arriesgada ajena a la hernia o a un giro inesperado de los hechos, también ajeno a mi problema. Una persona simplemente no se muere de una reparación de una hernia y yo, desde luego, no tenía intención de ser pionero en ese sentido. Tenía la reputación de mi apellido que mantener (aunque poco he hecho últimamente para honrarlo). No podía fallar más. La situación me recordaba de un episodio hace dos años en el que yo iba de director en un campamento en la sierra norte de Guadalajara (que no se llama así, ya lo sé, pero no es importante para nuestra historia). El sitio tenía unos gatos poco domesticados que a su vez acababan de tener una camada de críos que eran monísimos excepto su tendencia de arañarte los ojos cada vez que te acercabas a acariciarlos. En fin, una vez estos gatitos se habían metido entres las mil patas de las sillas y mesas del comedor y éramos media docena de personas valientes intentando sacarlos al mejor estilo Woody Allen en la famosa escena de los bogavantes en la película Annie Hall. Los animalitos escupían y amenazaban con degollarnos a cada uno mientras los cazábamos. Eran unas fieras pero también de muy corta edad por tanto había poco que podían hacer. Yo conseguí atrapar el más feroz y le tenía cogido de la nuca en una mano mientras me acercaba a la puerta para ver qué tal volaba. Justo antes de soltarlo, el muy monstruo me mordió el dedo de la otra mano. No fue un bocado enorme, pero sí provocó una herida y me hizo pensar qué tipo de enfermedades podía contraer. Recordad que lo malo de la rabia (y es bastante malo) es que no tiene remedio. Nada. Lo pillas…y fuera. Así que no me hizo gracia irme a la tumba con la siguiente frase grabada en mi lápida: Causa de Fallecimiento: Mordisco de Gatito.
Así que nada, me negué a aceptar que había llegado mi hora solo por una pequeña incisión en mi barriga y, como podeís apreciar, hice bien.
Ahora bien, ¿exactamente qué es una hernia? O, más bien, una hernia inguinal. Esto ocurre cuando algo de contenido intestinal, normalmente es el propio intestino sale por una apertura en la pared abdominal. La causa más famosa es un esfuerzo físico tan duro que literalemente tus musculos literalmente rompen. Se parten. Y dejan un agujero por el que puede pasar un órgano. A mis años, lo más probable era que fuera el desgaste, o un acumulo de circunstancias. Podía haber sido cualquier cosa…¿quién sabe? El caso es que apareció el famoso bulto en la parte inferior del abdomen que, aparte de tener un aspecto algo raro, no hace casi nada. Apenas molesta. Y normalmente, el bulto desaparece cuando te tumbas. Si haces mucho esfuerzo, te puede doler un rato, pero por lo general, apenas existía. Lo que pasa es que si lo dejas sin arreglar, sí que te puede empezar a fastidiar, sobre todo si la tripa se ve atrapada y corta la digestión. Por eso dicen que es mejor solucionarlo cuanto antes.
Por desgracia, y por ahora al menos, la única manera de reparar una hernia es mediante la cirugía. Esto se llama una herniorrafía que, como os podéis imaginar, una palabra excluido de mi vocabulario por ser impronunciable. Hay numerosas técnicas. Antes, lo que se hacía era abrirte, meter todo en su sitio, coserte y fuera. Más o menos daba resultado, pero la operación era más complicada, más larga, dolía más y la tasa de recurrencia era mayor.
La que más se práctica hoy en día se llama una intervención libre de tensión. En esto, lo que se hace es abrirte, meter todo en su sitio, taparlo y cubrirlo con una malla. Este tipo de operación se llama una hernioplastia. La técnica que utilizaron conmigo es según la versión de Rutkow-Robin, los cirujanos que la hicieron famosa. Cuesta menos, se recupera antes, y la tasa de recurrencia es por debajo de un 1%. Mejor imposible. Ni malla ni “Manoplas” el gatito iban a poder conmigo.
En fin, estoy listo para la próxima cena