Mi hernia en Estado Chillout

Pues yo pensé que no me iban a dar nada, pero parece que fue el contrario por me sentía geniaaaaaaaal. Tanto que pienso herniarme una vez al año solo para que me den una inyección de lo que te administran solo para, como dicen ellos, “calmarme los nervios”.  Yo la verdad no estaba nada nervioso, pero si creen que es conveniente como una medida preventiva, pues adelante. 

        No te duermen.  Solo te meten un toque de je no se qua lo que te permite aceptar todo con una serenidad absoluta.  Vamos, el cirujano te podía acercar y decir, “Ahora bien, Brian, vamos a coger un cuchillo y voy a abrir la zona inferior de tu abdomen y, a continuación, voy a colocar el intestino donde le corresponde, introducir una malla sintética, con un tapón, coserlo todo, cerrar tu piel con una aguja y hilo (o grapas si me apetece) y devolverte a tu habitación.  ¿Qué te parece?”

        “Pues cojonudo.”  Le digo levantando el dedo gordo.  “No sé como decírtelo.  Como tengas que amputar una pierna, doc, me va a parece debudin.  ¿No tendrías unos nachos por allí?, que se me antojan.”

        Pues eso.  Algo por el estilo.  El epidural hizo lo demás.

        Como os digo.  La operación fue tremendamente relajante.  Supongo que con las drogas suficientes es normal.  El cirujano me arregló, me dijo que todo había salido estupendamente, y se fue.  Nunca volví a verle, ya que lo pienso.    

        Después me navegaron a la zona postoperatoria y pasé un rato en plan chill-out allí. 

        Me colocaron en el mismo sitio que antes.  No lo llamaría la UVI, pero algo por el estilo, para asegurar que no la palmes ni nada y que la anestesia se vaya sin problemas  y que no acabara soltando confesiones auto-incriminatorias a todo aquel que viera por el camino. 

           Todo estuvo bien aunque eso sí, me seguía llamando la atención las bajas temperaturas que notaba.  No padecía de hipotermia, pero un par de mantas me habrían venido bien.  Me imagino que se mantienen así para evitar que gérmenes mortales no descendieran sobre mi herida indefensa. 

          Mientras tanto me enchufaron a una de esas máquinas que vigilan tus señas vitales.  La compartí con una señora mayor a mi derecha.  Juntos nuestros latidos produjeron un son bastante marchoso que, de vez en vez, fue interrumpido por una alarma que emitía el propio aparato.  La enfermera venía lo apagaba y como si nada.  Nunca he llegado a entender por qué ni para qué lo hacía, pero no me preocupaba mucho porque, como ya os he dicho, con las drogas suficientes, todo te molaba.   

             Una hora después, me llevaron a la habitación donde podía estar tranquilo.  Aún notaba frío, estaba casi destemplado.  Pero esta vez me dieron una manta y mucho mejor.  Lo mismo era un efecto secundario…o eso o estaba muriendo.  “A ver,” pensé. “cuando me van a dar esos nachos con queso.”

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *