La Conquista de un ISBN 2

Lo fue, os lo dije.  Fue diferente. 

         Por lo menos en el sentido de que no podía encontrar nada en la página web del Ministerio respecto a los precios.  Solo ponía una lista de los títulos catalogados, los cuales me interesaban cero porque quería pertenecer a dicha lista no leerla.  Más allá de esa información, ni vi nada, así que volví a las páginas de auto-publicación.

         Numerosas páginas de POD (publish on demand) se ofrecen a hacer el trabajo sucio por ti, por un precio por supuesto, pero normalmente menor.  Algunas incluso te lo hacen gratis.  ¿Dónde está el truco?…porque ya sabes…siempre hay un truco.  Pues que ellos se quedan con tu ISBN, lo cual les da prácticamente todo el control sobre tu obra, especialmente en cuestiones de distribución y marketing…y, esto es particularmente importante, beneficios.  Tú como autor te llevas algo de royalty.  Pero no puedes venderlo donde quieres.  Más o menos sería así si publicaras a través de una editorial tradicional, con la diferencia de que en el segundo tienen que decidir primero si les gusta tu libro o no y en el primero les da más o menos igual…porque quieren tu dinero.  Para algunos escritores les resulta más fácil que los demás hagan el trabajo por ellos, pero a mí me da la sensación de que estoy vendiendo mi alma al diablo.

        Por ejemplo, imaginemos que vendo 100.000 ejemplares (algo que no va a pasar pero dejad que me divierta un poco), y en vez de convertirme en una estrella literaria presentándome en los grandes acontecimientos por toda la planeta, me veo saliendo en una documental de la tele titulado “¿Qué fue de Brian?” en la que todo el mundo se entera de cómo mi agente y mi editorial se fueron con un 99,07% de mis ganancias.  Y ¿por qué?  Pues por gilipollas, ¿para qué no vamos a engañar?

          Para ser justo, la mayoría de estas páginas te ofrecen todas las opciones, lo que pasa es que hacen que las más ventajosas para ellos parezca las más ventajosas para ti.  Esta técnica de engaño es lo que hace una empresa, pues, una empresa…no me esperaba menos de ellas. 

        Además, corría la voz de que también me tenía que registrar como editorial independiente (aunque solo fuera yo) para poder conseguir mi añorado ISBN.  Eso suponía más papeleo y más solicitudes y, sobre todo, más tiempo.  Para informarme, fui a comprobar lo que ponía en la página del gremio de editores y me puse a temblar.  Los gremios me inquietan.  Me deprimen.  La página en sí parecía inocua, pero yo tenía la sensación de que detrás había una pandilla de matones literarios a los que no les gusta nada que un escritor de mierda se meta en su sector y les veía dispuestos a meterme en un callejón oscuro para aplastar a mis dedos con un cartucho grande de tinta y gruñir, “Ya dejarás de escribir durante una larga temporada, Mr. Murdock.  Hasta luego.”  Pero soy un poco fantasioso, lo reconozco. 

         Para simplificar todo, hice como si no supiera nada, creo que se dice hacerse el sueco, con la esperanza de que colara.  Total, tampoco se comentó nada sobre la necesidad de registrarse, con lo cual, si no me lo piden, que aguanten.

        Mientras tanto volví desesperadamente a la página del ministerio en busca del ya elusivo ISBN y por fin me di cuenta de que hubo un link a otra página que es hoy la actual agencia.  Bueno, lo era antes también, pero a partir de 2010 se separaron y ahora es su propio ente.  Lo gestiona el gremio de editores (¡allí estaban…siguiéndome!) pero que la titularidad seguía siendo del ministerio.  O algo así.  No me enteré bien. 

         El caso es que una vez en la página, fui jugueteando por ahí hasta dar con un formulario digital que podía rellenar y enviar por correo electrónico.  Había datos que me sentía capaz de transmitir con bastante facilidad, como mi nombre, apellido y dirección.  Pero luego pedían información sobre el tamaño del libro, la tirada, la encuadernación, y otros temas que solo los matones en el gremio podían contestar sin problemas, así que dejé el tema.  Estaba un poco perdido.   Yo no tenía las respuestas porque las editoriales online pedían el ISBN antes de pasar a la fase de encuadernación; sin embargo los del ISBN pedían la encuadernación antes de conceder un número.  ¿Ya me entendéis cuando os hablo de Kafka? 

        Cerré el formulario y pasé a otros asuntos, en particular al de la pasta.  Había una sección que ponía “Tarifas” explícitamente.  ¡Ahí estaba!  ¡Lo sabía!  Pero cuando accedí a la página dijeron que a partir del 1 de junio se cobraba una cantidad que cubría los gastos de gestión.  ¿Mi lectura?  “Nos hemos enterado de que en otros países se están forrando, ¿cómo no vamos a hacer lo mismo?” Pero no ponía ninguna cantidad, sino informaron de que se facilitaría dicha información en cuanto esté publicada.

         Hmm.  Ya estaba bien.  Había demasiados factores, demasiados variables.  No podía continuar sin más información.  Me iba a presentar en las mismas oficinas, personalmente, y en persona, para que quede claro. 

        Como medida de prevención, me preparaba para lo peor.

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