Para empezar..que sepa usted que soy madridista porque así me educó mi familia española en mis primeros años de existencia aquí. Y gracias a esa decisión he podido disfrutar de alguno que otro momento glorioso, no como en los Estados Unidos donde mis equipos son perdedores perenios. Los Mets de Nueva York están en quiebra y no ganan desde 1986, los Knicks de Nueva York desde 1972 (me parece), los Rangers de Nueva York (hockey sobre hielo) llevaban desde 1940 llevarse un campeonato, hasta 1994, cuando ganó su último título pero ya estaba en España para entonces. Mi único equipo que no sea de Nueva York, los Dolphins de Miami en el fútbol americano, dominaron a principios de los 70, pero luego nada. Así que, como puede apreciar, sé lo que es sufrir.
Sin embargo, el Real Madrid ha sido un equipo que me ha traído muchas alegrías a lo largo de estos años que llevo aquí, a pesar de las dificultades que ha tenido para superar al Barça de los últimos años…que son muchas. Soy un hombre que, una vez elijo a un equipo, me mantengo leal a el. Además, como buen padre, he pasado la tradición a mis hijas y ellas también son buenas seguidoras de su club. De hecho, la pequeña es una fan número uno de Marcelo y fue precisamente por ella que fui a la tienda oficial del Real Madrid en la calle Padre Damián para comprar una camiseta de su talla con el nombre y número de dicho jugador. Ya sabe usted lo que cuestan esas famosas camisetas, pero no me importaba porque eran Reyes y era su deseo más grande. Tampoco me importó tener que esperar media hora para llegar a la mesa de seriografía y otros 30 minutos para pagar. Total así están las tiendas en estas fechas, aunque no habría venido mal contratar a alguno más, si solo para estas fiestas. Debo informarle de que los dependientes, todos muy jóvenes, eran muy simpaticos y parecían realizar sus labores con eficacia y profesionalidad. Eso se lo digo porque les debería usted felicitar.
Otra cosa fue lo que encontré al salir. Justo en esos momentos, daba la casualidad de que salía el autocar que llevaba al equipo a Málaga para el partido de la Copa del Rey. Había unas cien personas muy emocionadas porque sabían que iban a ver a algunos de sus jugadores preferidos y les apetecía saludarles. Yo estaba de paso pero seguro que algunos llevaban mucho tiempo esperando. Arrancó el autocar, salió del recinto y giró a la derecha; pero el semáforo estaba en rojo y les obligó a parar. La gente se volvía loca y gritaba y saludaba con mucha euforia. Yo me dejé por la emoción y saludé también aunque sin gritos naturalmente. Muchos se pusieron pegados al autocar a medio metro de sus futbolistas dentro.
¿Qué cree usted que hicieron sus jugadores…sus empleados bien, pero muy bien pagados. Nada. Eso es. Nada. Ni una mirada, ni una sonrisa, ni una mano levantada. Nada de nada de nada. Es más, ni siquiera nos miraban. Fue el mayor desprecio hacia unos fans que había visto nunca. ¿Quienes se creen que son? ¿Qué se han creído? No llega a ser por la ilusión de mi hija y me daba la media vuelta y devolvía la camiseta en ese mismo instante.
Soy profesor y vivo al lado de mi colegio y le prometo que cada vez que un alumno me dice hola en la calle, le devuelvo el saludo. Cada vez. Y si hace falta saludar 25 veces en un día, 50 veces, 100 veces…lo hago. Porque no cuesta nada. No es tan difícil.
Aquellos pobres fans estaban tan ilusionados y que hacían todo lo posible por llamarles la atención. Pero no sirvió de nada. Los jugadaores les ningunearon. No existían. Lo que pasa es que sí existen. Quedé atónito.
Es posible que usted no sea consciente de este comportamiento, con lo cual, solo quería avisarle. Queda feo. Queda triste. Los fans merecemos mucho más que un plantón así, y no solo los que hemos pagado un dineral por una de sus camisetas. Todos los fans se merecen más. Y debería ser la política del club insistir en un trato de mínima cortesía hacia los milliones que les apoyan. Es así de fácil.