Un Yanqui Madrileño en Connecticut 2

Hemos comido en un restaurante y mi compañero me ha hecho la pregunta inevitable sobre el eterno tema de este país.

        Lo hace mientras ondea la cuenta delante de mí.  “Y esto de la propina…¿es verdad?  Porque vamos, por lo que me cuentan, es una barrrrbaridad.”  Me encantan como los españoles sueltan las Rs cuando están indignados.

       “Pues, lo es.”  Y tanto que lo era.  Así que me dispuse a explicar que normalmente se añade alrededor de un 15% por encima del total, que fue cuando me interrumpió y me dijo “¿Tanto?  ¡Qué barrrrrbaridad!”  De nuevo.

       Seguí.  Comenté que se hacía porque los jefes suelen pagar a los camareros un sueldo por debajo del sueldo mínimo marcado por la ley y que si no les ponemos la propina les estamos fastidiando pero bien; que fue cuando me interrumpió nuevamente, “¿Y a mí qué?  ¿Acaso no tengo otra cosa que hacer que pagar el sueldo de ese tipo?  ¿Y nadie dice nada?”

       Yo le dije que es legal, aunque no lo parezca.  Que así se hace.  De esa forma los jefes no tienen que pagar tanto salario ni tanto impuesto, los precios de la comida se mantienen bajos, los camareros se llevan efectivo fresco a casa cada noche y los clientes disfrutan de un servicio muy bueno. Todos contentos…joder.

       Mi compañero me escuchó, reflexionó, hizo una pausa y disparó como un relámpago “Pues vaya gilipollez.  Además, te voy a decir una cosa porque, vamos, hay que tener huevos para tener un sistema así, que me parece una auténtica estupidez tener que pagar por obligación una propina, como dando por hecho que el tipo lo ha hecho bien.  O sea ha cumplido con sus deberes, ¿y encima se lo tengo que agradecer?  Hay que joderse.  Eso sí, el servicio siempre es muy bueno.”

       Claro que sí hombre, de eso se trata.  De todas formas, hay que darle la razón en el sentido de que hay algo intrínsicamente extraño en estructurar un premio por algo bien hecho cuando en realidad no se ha hecho nada más allá de lo que mucha gente en este mundo logra, con la misma eficacia y sonrisa, por un salario normal.  Pero también es verdad que este tipo de sistema asegura una calidad de servicio y que en Estados Unidos se cree muchas veces que la calidad se garantiza con el dinero.

       Pero si el servicio falla, ¿Qué se hace?  ¿No darle nada?  Vamos tendrían que prácticamente mear en tu sopa delante de ti para que empezaras a dudar sobre si merece unos pavos más o no.  Siempre das algo.   Un “castigo” sería hasta un 10%.  Y lo haces porque no quieres putearle del todo ya que su jefe ya lo está haciendo.

       Yo, a pasar tantos años fuera, también discuto aspectos de este sistema.  Cuando era más joven, lo normal era el 15%, que no está mal.  Ahora me llaman tacaño si calculo así, y casi asesino si llega a ser un centavo por debajo de ese porcentaje.    Es así.  Y otra tendencia irritante es la de poner un bote en los mostradores de un restaurante de de Fast Food.  El otro día, compramos tres galletas en un puesto en el centro comercial.  La tarea que nuestro dependiente tenía que realizar consistía en preguntar qué tipo de galleta queríamos, escuchar nuestras palabras, recoger dicho pedido y colocarlo en una bolsa, utilizar la boca para informarnos del dinero que debíamos (que era algo así como $12 porque era las mejores galletas del mundo), coger el dinero que les dimos, realizar una operación matemática con la ayuda completa de una máquina, entregarnos la vuelta, y hablar de nuevo para decir “Have a nice day!” con una sonrisa enorme y con la esperanza de que, al terminar todo lo que se ha hecho, yo fuera a dejar caer el cambio en el bote donde ponía “Tips – Thank You!!”  Así fue en directo:

            Ella – ¡Buenos días!  ¿Qué te pongo?

            Yo – Quería tres de esas galletas deliciosas que ofreces a precios prohibitivos.  Una de chocolate chip.  Otra de azúcar.  Y la tercera, déjame ver, de crema de cacahuete.

            Ella – Muy bien.  Aquí las tiene.

            Yo – Gracias.

            Ella – Son 12 dólares.

            Como acabo de vender a mi casa para ir a comer, estoy tranquilo.

            Yo – Aquí tienes.

            Ella – ¿Vas a querer cambio?

            Yo – Te acabo de dar 15 dólares.  Ya lo creo que me puede dar el cambio.

            Ella – Muy bien.  No hay problema.  Aquí tienes.  Have a nice day.

       Lo dice con ese tono que dice “Soy una pobre estudiante, no seas un agarrado de mierda y dame un poco de tu dinero.”  No sabe que no tengo dinero.  Ni pienso regalarle el nada que tengo…si solo por principios.

         Pues eso.  Se lo cuento a mi compañero y se deprime.  Para animarle un poco le digo,  “Tú tranquilo.  Si pagas la cuenta, yo te invito a la propina.”

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