Un amigo de mi tierra, al que no voy a ver hasta dentro de una temporada porque se va, me preguntó mientras bajábamos la Calle Segovia: “Lo que no se entiende es cómo es posible vivir en este país con el euro. Ganáis la mitad que nosotros y todo es como el doble de caro. ¿Cómo lo hacéis?”
Era una buena pregunta porque es un auténtico misterio. Nadie sabe muy bien ni cómo se consigue, aunque eso sí, se sabe que no se consigue en el fondo. En parte porque no todo es tan caro. La comida, por ejemplo, sigue siendo bastante más barata que en EE.UU. Hay muchas otras cosas que no, y la gente de allí tiene mucho más poder adquisitivo. “¿Cómo es posible? No me cuadra.” Seguía comentando con estupor.
Es normal. Desde la entrada del euro, todo ha cambiado en este país. Yo me esperaba todo tipo de caos. Me imaginaba algo así como cuando meteorito se acerca a la Tierra o en un puesto de churros en la playa. No habría ley ni orden. Pero no ocurrió. Todo el mundo comportarse. Y nosotros nos sentíamos importantes porque ya teníamos una divisa que hasta los americanos respetaban. Y cuando llegó a valer un euro $1,50, pues no te puedes imaginar. Teníamos los cojones como balones. Sí señor. Como lo oyes.
Pero había un problema. Un problema serio que sabíamos que existía pero que hacíamos caso omiso porque supongo que nos daba miedo. Un poco como cuando llegan el extracto del banco a casa y lo guardas rápidamente en el cajón. “¡Ya no está!”
Es que los precios subían a lo bestia. Ya se veía venir en los meses justo antes de la entrada del euro. Un café en un bar de al lado de mi casa empezaba a subir. Primero 120 ptas, luego 125, después 130, y por fin en diciembre del 2000, ya costaba 140 pesetas. Al entrar el euro, puso 90 céntimos como precio. Eso se traduce en 150 pesetas. Aguantó el tipo durante unos seis meses y acabó tasándolo a un euro. Es decir, 166 pesetas. Así que en un periodo de 12 meses más o menos, un café había llegado a subir en un 28%. Eso por solo un café. Ahora cuesta 1.40 euros. Eso ha sido el patrón de casi todos los productos. Mira los resultados de los 10 primeros años publicados en diciembre del año pasado:
Pan: +81%
Huevos: +114% (claro, los tenemos más grandes ahora)
Leche: +48%
Arroz: +45%
Aceite de oliva: +33%
Una casa nueva: +66%
Una casa ya usada: +81%
Tren: +48%
Autobús: +45%
Transporte urbano: +53%
PERO: Nuestros salarios: +14%. Eso es…a pesar de que se dice que revisan nuestros sueldos conforme el IPC, algo claramente falla. El salario medio de 2001 era de 19.802 y ahora es de 22.511. Juguemos con los números: eso quiere decir que tus ingresos mensuales han aumentado solo 225 euros en diez años. Eso asusta. Y encima, ya nos quitan más dinero con el fin de ahorrar. Un 7%.
¿Viene bien el euro? Sigo creyendo que sí. Lo único es que habrá que seguir trabajando para actualizar este desfase porque si no, vamos a siempre estar ahogados. Leí un artículo de un inglés imbécil que escribía con tono burlón que no se puede hablar de si el euro se va a morir porque ya está muerto. LOL. Me parto. Y es que ese tipo daba por descontado que es una cuestión del tiempo antes de que desaparezca la única moneda en Europa. Que sería mejor para los países como España volver a la peseta. Yo entendía lo que decía, pero no estoy de acuerdo con él. Además, en parte gracias a que los ingleses no han tenido las gallas de entrar en el euro, con esa actitud suya de estar dentro de Europa pero fuera a la vez, su hubiera entrado el Reino Unido como se tenía que haber hecho, lo mismo la situación sería más estable. Típico mensaje condescendiente de un inglés. Recuerda que ellos acuñaron el término tan amable de países PIGS (Portugal-Italy-Greece-Spain). ¡A que todos siguen viniendo a este país a pasar sus vacaciones llenos de alcohol y matarse tirándose a una piscina desde un balcón con mala puntería! Según.
No creo que tenga razón. No creo que vaya a ocurrir. Y aunque la tuviera y pasara, seguiría pensando lo mismo. Es un imbécil.