¡Ay, Dios! Ha pasado el último día de octubre y yo ya llevo unas cuantas charlas sobre este fenómeno que se está apoderando de España, o por lo menos de Madrid: Halloween (o jalogüín, como algunos lo deletrean). Con el paso de cada año, son más las tiendas que se apuntan a vender productos y parafanelia relaionada con la festividad, son más los niños que se disfrazan, son más fiestas que se celebran, son más los debates sobre su presencia en nuestras vidas…hasta tal punto que ya no se le puede considerar una costumbre pasajera ni limitada a cuatro extranjeros que no saben olvidar sus raíces ni un puñado de profesores de inglés que están envenando los colegios con costumbres foráneos, ni al PP por promover el bilingüismo. La verdad es que se h convertido en una moda que ha ido a más y parece que no se va a ningún lado, por lo menos, de momento. It’s here to stay.
No os creáis que me alegro. Es simplemente una observación sobre cómo han cambiado algunas tradiciones aquí en los años que llevo. La primera vez que la celebré fue en el 91, y entonces era prácticamente imposible dar con una calabaza en Madrid, por no hablar de una que asemejaba a el orbe naranja que simboliza el día. Por fin encontré una en el Jumbo, para que te hagas una idea de los años que han pasado, y conseguí (otro verbo no sería apto para describir la odisea que exprimentamos) comprar una especie de fruta grande, algo aplastada y de un color verde-gris. Parecía una garrapata gigantesca…la pobre…poco digna para el gremio de de calabazas, aunque visto desde el punto de vista del asco, totalmente apropriado. Mucho ha llovido desde entonces.
Los españoles siempre han sido rápidos a la hora de acusar a los norteamericanos por proliferar esta actividad profana y pagana que nada tiene que ver con su cultura y que desprecia un día tan sagrado y loable como es Todos Los Santos. No les quito razón…en parte. Halloween es una festividad cuyos orígines remontan 3.000 años, en el mundo celta, quizás una de las tradiciones más antiguas del mundo, pero la versión moderna es un producto de una evolución larga y sinuosa que ha llegado a arraigarse en los Estados Unidos y que poco tiene que ver con la idea original.
Como cualquier cultura dominante, las costumbres de dicha nación tienden a incidir en las de las otras culturas. El impacto de las cultura greco-romana aún está presente en nuestras vida, miles de años después, y es innegable la profunda e intencionada influencia que la cristianidad ha ejercido sobre múltiples pueblos del mundo, imponiendo sus creencias y tradiciones. O no. Muchas fiestas y celebraciones cristianas son mezclas de su propia fe con las costumbres locales, muchas de ellas, he de decir, eran paganas. La elección de la fecha de Navidad sin ir más lejos.
De hecho, el propio nombre hace alusión a Todos los Santos, ya que “halloween” significa “vísperas de todos los santos”, y era un intento por parte de la Iglesia de hacerse con los paganos mediante la tolerancia a cambio de la conversión. Parece que funcionó, lo cual hace que parezca especialmente irónico que siglos después encontramos al Obispo de Cádiz intentnado prohibir la celebración de Halloween. Si tanto les preocupaba a los prelados ya tenían tiempo para remediarlo…hace 1.500 años.
Es verdad que hay algo que no acaba de cuajar conmigo respecto a este día en España. Quizás le falte la hondura de una tradición bien arraigado. Pero también es verdad que los niños se lo pasan bomba, el comercio aumenta y una costumbre que empezó en Europa hace miles de años, dio el salto al Nuevo Continente y ahora está de vuelta, disfrazada de algo bastante diferente…pero de vuelta de todas formas. Las tradiciones pueden ser a veces muy viajeras y no pasa nada. San Patricio es una de las fiestas más populares del planeta, en España ha pegado un subidón de popularidad impresionante. Pero ahí, nadie dice nada. Total, es simplemente una noche más para ponerse algo hortera con la marca Guinness escrita encima. Pero con el Halloween, resulta ser diferente. No sé si es porque afecta a los niños y eso inquieta a los mayores. No lo sé. Algún truco debe de haber.