Cosas Que Nunca Me Contaron de la Historia de España: Tartessos

Hace un siglo, ser arqueólogo debió de ser una carrera profesional emocionante.  Mucho más que lo que uno puede sospechar.  Incluso hoy, los nombres de algunos de esos eruditos-aventureros nos suenan bastante familiar a mucha gente.  Howard Carter, sin ir más lejos, hizo historia cuando se asomó por un hueco de la entrada de la tumba de Tutankamón y contestó a la pregunta que si veía algo.  “Sí.  Veo cosas maravillosas.”  Y tan maravillosas.  Solo la totalidad de una tumba egipcia real perfectamente intacta; la máxima expresión del esplendor de una de las civilizaciones más fascinantes que jamás hubo.  Ni más, ni menos.  Cosas maravillosas.  ¡Qué discretos son esos ingleses!

 

Algo parecido pasaría al alemán Heinrich Schliemann cuando anunció al mundo que había encontrado a la mítica ciudad perecida y desaparecido, Troya, urbe lanzado a la memoria eterna gracias a la Ilíada de Homero y a las películas de Brad Pitt.  Se dice que Schlieman, como muchas celebridades en el mundo, sabía promocionarse, pero hay reconocer que supo buscar un lugar al que todo el mundo le sonaba y, mira por donde, supo encontrarlo.  No se puede decir que en ocasiones utilizó los modos más delicados a la hora de excavar, la dinamita, pero está claro que la disciplina de la arqueología estaba todavía en pañales entonces y haría falta esperar unos años para irle puliendo.  Aun así, el tipo lo logró y su fama, que dura hasta hoy, no se la quita nadie.

 

Posiblemente algo parecido tenía en mente su compatriota, Adolf Schulten, cuando se empeñó en mostrar al mundo que realmente existió una ciudad podrida de oro, plata y joyas llamada Tartessos.  Dejó los explosivos en el sótano y llevó sus palas rumbo a unas tierras que, según mis conocimientos sobre el mediterráneo de esa época, no tendría que existir casi nada: Cádiz.  ¡Qué ignorante era yo de chaval!

 

Schulten, que ya había ganado fama en España por descubrir Numancia, buscó y buscó, pero dio con nada.  Así que siguió buscando.  Se dice que llegó a obsesionarse, como es lógico, pero no encontró su añorada ciudad.  No lo ha hecho nadie…de momento.

 

Como os podéis imaginar, fue mi compañero de piso Pepe quien me habló de Tartessos por primera vez.  Hasta tenía el libro de Schluten en nuestro piso, con sus fotos en blanco y negro.  Mientras me lo contaba, le salá la vena que les sale a algunos españoles cuando quieren presumir de un pasado más glorioso que jamás nadie pudiera imaginar.  En parte porque era un producto de su imaginación.

 

“Dicen que era la ciudad más rica y más importante del mundo conocido.  Ni Roma ni Grecia en conjunto pudieran competir.  Pero nadie lo sabe, joder.”

 

“En eso te doy la razón.”

 

Toda la razón.  En España, a casi todo el mundo le suena el nombre de Tartessos, pero fuera del país, podría ser una salsa para tus patatas fritas.  Eso se debe a varios factores, si queréis saber mi opinión. Por una parte, no se puede decir que el mítico reino cuente con unas referencias históricas irrefutables.  Lo que queda de los escritos de los tiempos de antigüedad son todos posteriores y no especialmente precisos.   Hacen referencias ambiguas y ponen nombres diferentes como Tarsis, Tarshish, Tartessos o TRSS, y lo ubican más allá de los Pilares de Hércules (el Estrecho de Gibraltar). Si las comparas con los casi 16.000 versos que forman la épica de Homero, no hay color, vamos.

 

Luego los resultados de las investigaciones y excavaciones han son concluyentes.  Una casa aquí, y puñado de objetos de oro allí, un poblado allá.  Algunos parecen encajar mejores que otras.  Pero falta mucho.  Es como si tuviéramos 50 piezas de un puzle de 1000 e intentáramos reconstruir una historia.   Casi imposible.  Por eso ha habido tantas teorías sobre esta legendaria ciudad. Una ha llegado a postular, con poco éxito naturalmente, que se trataba del mítico continente perdido de Atlantis.  Chorradas.

 

Cuanto más investigo menos descubro, como suele pasar con estas cosas.  Últimamente los expertos tienden a recurrir al cómodo “seguramente no existió nunca.”  Hay que ver.

 

Lo que sí se puede afirmar es que algo había.  Algo más que una tribu que construía casas circulares.  Parece ser que había una pequeña civilización que se dedicaba a trabajar con metales y no se les daba mal.  Cuando los fenicios llegaron en búsqueda de comercio, que es lo que les ponñia, el intercambio de bienes se complementaba con un intercambio de ideas y tecnología.

 

Pronto se descubrió que la zona estaba repleta de recursos que interesaban a los pueblos en el otro lado del mar.  Se cree que la región experimentó un rápido crecimiento en riqueza que duraría varios siglos y que dicha bonanza económica fue espectacular.  Las calles estaban hechas de oro y los retretes de plata y cosas por el estilo.  Tenían tanto que no se sabía ni qué hacer con tanta fortuna.  Sé cómo es.

 

De repente, pluf.  Todo desapareció, lo cual invitaba a algunos a aventurarse y afirmar que en realidad se trataba de Atlantis.  Nada que ver.  Tampoco hay indicios de un terremoto, ni maremoto, ni moto de ningún tipo por ninguna parte.   Se piensa, como es lógico, que el factor más determinante fue que los fenicios, es decir sus clientes, fueron en buena parte aniquilados por los persas.  Eso nunca es bueno.

 

Desde luego sería mala suerte.  Es posible que fuera el primero de estos altibajos económicos que tanto han azotado a España a lo largo de los siglos, hasta hoy en día, incluso. Mucha caña, mucho boquerón y mucha alegría. pero ya sabemos…cuando llegan los persas…a joderse. ¡Vaya legado!

 

 

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