Refranes Españoles 1: No hay mal que por bien no venga

¡Vaya frasesita esa!  Pensadla.  Repetidla.  No hay mal que por bien no venga.  Preciosa.  Inmensa.  Titánica.  Vamos.  Para mí, es una de los refranes más bellos del español y eso que no acabo de sacarle sentido.  Ahí está su misterio.  No sé por donde empezar a tomarla.  Parece que capto lo que quiere decir y de repente me paro a pensar y me digo: ¿Tiene sentido de verdad?  Es decir, ¿gramaticalmente expresa lo que todo el mundo quiere decir cuando lo usa?  Yo empiezo a jugar con las palabras para ver si realmente es lógico, porque vamos, no sería la primera vez que eso ocurre.  Tomad el ejemplo del famoso “Hasta que no…” que se usa todos los días en frases como, “Hasta que no termines, no vamos a hacer nada.”  Ya me diréis vosotros el sentido que tiene eso: Cuando no hayas terminado, lo haremos.  ¿Cómo?  Vale, vale.  Dios, me duele la cabeza solo con pensarlo.

     Pero lo bonito que tienen estas rarezas de los idiomas (ya os puedo contar unas cuantas del English) es que por muy absurdas que sean, si nos ponemos de acuerdo con su significado ¿qué más da?  Mucho, dirán algunos expertos, y no sin razón, pero hay que darles libertad a los idiomas para que tengan sus propias idiosincrasias.

        Pues eso, lo mismo pasa con nuestro refrán del día.  A ver:  ¿No hay males que vengan por algo bueno?  ¿No hay bienes que no vengan por algo malo?  ¿Los males no vienen si no van a venir por algo bueno?  ¿No vienen males por bien?   ¿Es el bien lo que ha provocado que venga (o no) esa cosa mala?  ¿Esa cosa mala que viene por un bien, tiene que venir por ese bien porque sino, no viene (o sí)?  Dios.  ¡Qué dolor!

         En inglés queda el tema bastante más claro: Every cloud has a silver lining, lo que viene siendo algo así como “cada nube tiene un borde de plata”, que tampoco es merecedor de un premio, digamos, empezando con que el color de la plata y el de una nube no andan muy lejos, por tanto, no se marca mucha diferencia. Pero puesto a elegir entre marco hecho de un metal precioso y una masa de gotas microscópicas, lo tengo claro. 

        Sé…que lo sé…que quiere decir que no viene ningún mal si no viene por un bien.  En otras palabras, siempre se puede sacar el lado bueno de una situación adversa.  Está claro…creo.   Pero no sería tan divertido si no fuera expresado así…o si fuera expresado así (ya empezamos, ¡joder!)  Y siendo un americano (estadounidense, perdón) con el optimismo casi pueril que llevo en la sangre, no pienso darle más vueltas – prefiero disfrutar de su mensaje, porque en estos tiempos que corren a veces no nos queda otro…venga o no.    

Mi amigo el español: Hasta la vista, baby!

Arnold Schwarzenegger nos enseñó hace años que poseía dotes natas para ser profesor de un segundo idioma.  Claro está que llevaba un cohete en la mano mientras hablaba, pero basta con decir que más de un extranjero ha llegado a España convencido de que todo el mundo utiliza esa frase mítica “hasta la vista baby”…con baby incluido.  Dichos visitantes no andaban del todo lejos porque tal fue la fama de sus palabras que acabaron arraigándose aquí también.   Pero no dibujó un retrato exacto de la realidad.  “Hasta la vista” se usa, como bien sabéis, pero no con la frecuencia que se tiende a creer en otros países.  Hay otras maneras.

       No os voy a explicar cómo se despide en vuestro propio idioma, pues por algo nacisteis en este país, sino comentar sobre cómo se despide y sobre lo que se aprende en el proceso…que es mucho si te entretienen estas tonterías tanto como a mí.

        El primero despido multiuso es “hasta luego”, que se traduce en mi lengua como “See you later”.  A algún español cuando dice la versión en inglés le gusta añadir el “alligator” porque rima y porque suena propio de un nativo.  No es que no tengan razón, lo que pasa es que estaba de moda cuando ibas a casa de un amigo porque  sus padres acabaron de comprar un nuevo aparato llamado un televisor.  Pero bueno, cada uno cómo quiera.  No digo más.

         Hasta allí todo bien.  Yo aprendí “hasta luego” con bastante facilidad.  De hecho, lo mismo ya la sabía de antes.  Todo se complicó cuando intenté decirlo.  Veréis.  Como tenía profesores que me enseñaban la importancia de pronunciar correctamente (pero no a hablar correctamente) yo, frente el reto de sacar unas frases sólidas ante el español medio, enunciaba con sumo cuidado, pero como un simio a fin de cuentas.  Hablaba lento y con esfuerzo, un poco como Dory el pez cuando se intenta comunicar con las ballenas en Buscando a Nemo.  Yo decía, “Haaaaasta Lueeeeeeego”.  Y mis oyentes, tras unos segundos de confusión porque no entendían lo que me pasaban en la boca, sonreían y me compadecía.   

         Enseguida te das cuenta de que nadie dice “hasta luego” sino una versión economizada que me suena a mí como “ta-luego”.  Y creo que me paso de generoso.  Es más bien “Talogo”, “Talóo”, “tlo”, hasta un “T…” con una serie de fonemas incoherentes.  El caso es que no es lo que creía y no se me daba muy bien emularlo. 

         La prueba definitiva siempre ha sido utilizarlo en un lugar público como puede ser un bar.  Decir “hasta luego” de tú a tú, no deja mucho lugar de dudas.  Pero en una cafetería con mucho jaleo nadie te oye bien.  Ni a ti ni a otros.  Estuve hablando de este tema con un amigo norteamericano no hace mucho (vaya conversaciones que tengo ¿verdad?) y estaba de acuerdo conmigo.  Cuando lo grito en una cafetería, casi nunca me responden porque hay algo que no estoy haciendo bien.  Podría estar encima de una mesa dando voces “que me voy chicos. ¡HASTA LUEGO!”  Y nada. Como si fuera uno de esos fantasmas.  ¿Sería la “T” o la “G” o las vocales?  Y es frustrante porque, por el amor de Dios,  solo son dos palabras.   ¿Cómo es posible fallar?  Más frustrante aún es cuando, acto seguido,  se marcha un anciano suelta en voz baja un ininteligible “T-lo”, y todo el mundo responde “Adioooós José! ‘Ta mañana!”  Me superaba. 

        Y ¿Qué me decís de “adiós”?  Esa palabra compacta y rotunda viene de la frase larga “a Dios te encomiendo”.  Menos mal que lo han recortado.  Lo mismo ha pasado con “goodbye” que ha tenido una evolución que demuestra las frases muy muy frecuentes tienden a simplificarse.  Empezó significando en su forma original “God be with ye (you)” (Que Dios esté contigo), y actualmente se ha quedado reducido a “bye”.   Vaya por Dios.

        En fin, lo que más me llamó la atención era que la palabra española, además de usarse para despedirse, también se utilizara para saludar.  Me explico.  Vas por la calle y te encuentras con alguien que conoces, “le dices hola,” con una sonrisa y te responde, “¡Adiooós!” y sigue andando.  Las primeras veces cuando me lo decían, pensaba “¡Jo! ¡Qué borde! ¿Por qué me están diciendo adiós si ni siquiera me han dicho hola?”  Pues por muy raro que me pareciese al principio, pronto me di cuenta de su función.  Era una manera de decir que “sé quien eres y reconozco tu presencia, pero no me voy a parar a hablar contigo…por las razones que sean.”  Apoyo la distinción porque viene bien de vez en cuando.  Tanto me ha gustado de hecho que me veo diciendo de vez en cuando “Bye!” en inglés cuando debería estar diciendo “Hi!”  Son gajes del oficio de ser un estudiante de hispanoparlantes.

        Otras frases incluyen hasta ahora, que se parece a hasta luego pero con la idea de que los dos interlocutores se van a ver más pronto.  Lo que pasa es que la palabra “ahora” abarca una gama de tiempo bastante amplia, desde los cinco minutos hasta incluso dos horas…o más, según la parte donde estéis en el país. Y luego hay “¡hala!” que casi nunca uso ni sé lo que quiere decir.  ¿Qué es hala?  ¿Y por qué me lo dicen?  ¿hala?  ¡Hala tú! ¡Y tu primo por si acaso!

        Pues, hala.  Termino por ahora.  Hasta ahora…hasta luego…hasta vista.  Mierda…¡qué mal!  Sabía que iba a acabar el post así.  Pues nada.  Lo haré sin despedirme.

          

My Friend Spanish: Saying Goodbye

Ever since Arnold Schwarzenegger (this I love…his last name is included in Word’s spell check, but not “ain’t”) deftly proved that he was one of the world’s finest Spanish teacher, more than one newcomer to this country lands thinking that everyone says his catch phrase when departed.  Then they learn otherwise. 

        Do people say it?  Well, yes.  Do the Spanish even add the “baby” in honor ofHollywood’s finest robotic tough guy?  You bet.  That’s what I mean when I say he’s a topnotch educator if he can get native speakers to speak like him…and he’s Austrian-born. 

        How do the Spanish bid each other farewell?  Quick, five, four, three, two, one…got it.  You all said adios

        And you’re right. Though only in part.  Adios basically means “good bye”, but it also suggests you may not see that person again…that day…that week…ever.  It would be a perfectly fine way of departing from this world.  A simple, taut, well-uttered, “Bueno…adios” before dropping your head on the pillow. 

        Another option is the old “hasta luego”, which roughly translates as “see you later.”  That’s a good one and quite common.  It’s just impossible to say it the way the Spaniards do.  They say something along the lines of “Ta luego” or even to my aging ears “Talogo”.  Finally there is the indescribable grunted version which somehow everyone understands.  It’s true.  You can depart from a café, for example, and give a nice loud “Hasta luego” and no one responds because they didn’t understand you.  Then some geezer takes a final gulp of his liqueur, plants the glass firmly on the counter and mumbles “Tlo” and everyone shouts back “Venga, Pepe, adios.”  It’s perplexing…it really is.  But maybe the Spanish feel the same way when they hear “Sup?” for “What’s up?”. 

        Well, it’s Fashion’s Night Out! And they’re calling me from below the balcony.  La Moda awaits me!  I’ve got my jeans and T-shirt and ratty old topsiders to show them what a good old-fashioned preppy look is like.  Gotta go.  Ta-luego!

          Ora Pro Nobis..yet again.

Eat me! Spanish Verbs 1

A friend of mine’s dad told me years ago that he thought Spanish was a very easy language to learn as long as you didn’t use verbs.  Here’s why I think he felt that way.  The following is a list of all the conjugated forms of the Spanish verb “comer”, which means “to eat” (by the way, I just realized I’ve left the infinitive out of the list):

como

comes

come

comemos

coméis

comen

he comido

has comido

ha comido

hemos comido

habéis comido

han comido

comía

comías

comía

comíamos

comíais

comían

comí

comiste

comió

comimos

comisteis

comieron

había comido

habías comido

había comido

habíamos comido

habíais comido

habían comido

comeré

comerás

comerá

comeremos

comeréis

comerán

habré comido

habrás comido

habrá comido

habremos comido

habréis comido

habrán comido

comería

comerías

comería

comeríamos

comeríais

comerían

habría comido

habrías comido

habría comido

habríamos comido

habríais comido

habrían comido

hube comido

hubiste comido

hubo comido

hubimos comido

hubisteis comido

hubieron comido

NOW FOR THE SUBJUNCTIVE:

coma

comas

coma

comamos

comáis

coman

haya comido

hayas comido

haya comido

hayamos comido

hayáis comido

hayan comido

comiera

comieras

comiera

comiéramos

comierais

comieran

comiese

comieses

comiese

comiésemos

comieseis

comiesen

hubiera comido

hubieras comido

hubiera comido

hubieran comido

hubiéramos comido

hubierais comido

hubieren comido

hubiese comido

hubieses comido

hubiese comido

hubiésemos comido

hubieseis comido

hubiesen comido

comiere

comieres

comiere

comiéremos

comiereis

comieren

hubiere comido

hubieres comido

hubiere comido

hubiéremos comido

hubiereis comido

hubieren comido

come

coma

comed

coman

no coma

no comáis

no coman

no comas

comido

comiendo

Here’s what we have to deal with in English:

Eat, eats, ate, have eaten, has eaten, had eaten, will have eaten, would have eaten, will eat, would eat, and the gerund, eating.   I think that’s it.  

Ora pro nobis!

 

Confessions of a Spanish Learner: Speaking

It seemed at first that everything I had heard about Spanish being easy just because we could read the Taco Bell menu without any great effort seemed to prove true when I sat down to a class and was taught the basics.  Part of this had to do with the fact that I had been socking away at Latin for the five previous years with no success at all; part of the reason was I had been expelled and emotionally scarred for life by my French teacher because he said the language was not for me (he was right, because other than a huge crush I had on one of the girls in the class, I wasn’t thrilled to be there); and part of the reason was that I was growing up and was beginning to approach learning in a different way.  But most of it had to do with the fact I just had a great teacher.  She was a nutcase and a blast and not only got me hooked on Spanish, she made it fun too.  She was a major influence on how I would teach later in life.

        But she never taught me how to speak it.  No one did.  Like so many second-languages methods back then, the emphasis was put on getting that damn grammar down.  Now that may have been alright with Latin since I wasn’t going to have use it to ask for a coffee in a bar in Rome, but for the rest of the tongues out there, knowing how to speak sure comes in handy.  And so those years drifted by and my grades fluctuated here and there, but I was pretty much under the impression that I was gathering a good command of the language, when the truth was, I didn’t know a thing.  Nada! 

        All it took was a little flight over to Madrid for me to realize immediately that I was ill-prepared.  Ill-equipped.  Illiterate.  I couldn’t get a word out.  It was like someone had cut off my tongue.  I saw my host family look at me as if they thought I had been in coma for most of my life.  And it’s moments like those when it dawns on you, that the reason we learn these languages is to communicate and that speaking is the most common form…but also the most challenging.  You see, we can go without reading and writing a language, but everyone learns how to speak.  That’s why three-year-olds can’t tie their laces, can’t spell, can’t ride a bike, can’t do algebra, but they have mastered the basics of a grammar and are using it all day long. 

      Speaking generates the most difficulty for second-language students because it requires the most effort, but when we learn, it’s what we often spend the least time on.  It is not entirely ludicrous to calculate that I probably devoted little more than 10 minutes of my entire 5 years of learning Spanish to speaking it before being whisked off to Madrid to take on real life situations.  Can you imagine practicing the piano for about ten minutes in five years of lessons and then being asked to perform a concerto?

        It wasn’t that I didn’t know how to speak Spanish; I had just never acquired the skill to speak Spanish.  And it ain’t the same thing, trust me.

Mi Amigo el Español: ¡Vete preparando la comida!

Claro, cuando por fin llegué a entender este idioma, todo tipo de preguntas surgían mientras aprendía nuevas frases y estructuras.  Por ejemplo, ¿qué quería decir lo de vete tal y tal?  Creo que la primera vez fue cuando estaba en mi piso de soltero y mi amigo Pepe (el de la repolla atómica…vete rápido a ese post para una aclaración rápida del asunto) me dijo que habíamos quedado para tomar unas cañas dentro de media hora y que me diera prisa.  Era un domingo y aún estaba en mis pijamas.   Además, eran las once y media de la mañana.

            “Pero es que…”

            “¿Es que qué?”

            “Aún no estoy listo.    Y pensaba desayunar un poco antes de beber cerveza…ya sabes.”

            “Claro,” dijo con toda naturalidad.  “Me parece bien.”

            “Hago el café.”

            “No.  Lo haré yo.  Tú vete duchando y yo haré el café.”

           ¿Qué me fuera duchando?  Me extrañó un poco, porque vamos, sonaba a que me tenía que ir bañándome mientras andaba hacia el baño.  Podría ir estudiando, leyendo, ordenando la habitación…pero ¿irse duchando?

           “¿Cómo quieres que haga eso?” Pregunté. 

           “¿Que hagas qué?”

           “Lo de irme duchando.  ¿Aquí por el pasillo?”

            “Eres tonto, ¿o qué?”  Luego explicó lo que significaba.  Claro.  Es que no podía ser otra cosa si lo piensas friamente.  Además, me gusta porque es muy descriptiva.  Hay maneras de decir más o menos lo mismo en inglés, pero no creo que tenga el mismo color ni gracia; ni que tampoco capta de manera tan concisa el concepto.  Es lo que tienen los idiomas.  Cada uno tiene su riqueza. 

 

Mi Amigo el Español: La Universidad

Pasé un par de años en la facultad con el español viviendo de las rentas hasta que el nivel subió, pero no mis esfuerzos. Durante unos meses empezaba a sufrir las consecuencias de mi dejadez. Al empezar el tercer año de la universidad, me notaba con una actitud totalmente pasota. No, peor. Me notaba con una actitud pasota pero pasaba de ella. Me había dejado mi novia de tres años por un remero de crew, macizo total y sin ninguna gota de grasa, y la vida estaba empezando a perder sentido.

Hacía falta un cambio radical. Uno era el suicido. Otro era aprender a tocar la guitarra y formar un grupo de rock. Y quizás, por fin, el otro era irme a Europa para sacudirme de la ennui de la vida. Así actuamos los pijos americanos.

España. Eso es. Me voy a España. Convencí a mi buen amigo Will a que lo hiciera también y juntos pedimos una solicitud para estudiar en la Universidad de San Luis, que en aquellos años era de los pocos programas de intercambio en el Madrid.

San Luis nos aceptó a los dos y en enero de 1988, cogimos un vuelo para Madrid para afrontar uno de los grandes retos de nuestras vidas: Aprender el español.

Ahora bien, a pesar de unas notas más bajas, más o menos me consideraba un buen alumno de español y me sentía capacitado para abordar el desafío. Lo que pasa es que había un pequeño problema con los cinco años de clases: a alguien se le había olvidado enseñarnos a hablarlo.

Mierda.

Mi Amigo El Español: Al Ataque

Al principio parecía que todo lo que se había comentado sobre este idioma era cierto.  No me costó casi nada aprenderlo, con lo cual empecé a creer que realmente era más fácil que los otros.  O eso, o que yo era tan negado para los idiomas que me había imaginado y que si no fuera por el español, no habría llegado a poder comunicarme con gente de otros países en su lengua materna jamás.  También que había que reconocer que contaba con la ayuda inestimable de una profesora magnífica que hizo por primera vez que aprender pareciera divertido.  Estaba medio para allá, como somos muchos profesores, y recuerdo que tuvo una influencia gigantesca sobre mi forma de enseñar.  Pues nada…así seguían las cosas más o menos bien durante tres años hasta llegar a la universidad donde se exigía, entre otras cosas como saber nadar en el agua durante más de 5 minutos sin parar, o beber un litro de cerveza en menos de diez segundos, que dedicáramos unos años a la adquisición de un idioma.   Afortunadamente el examen sobre la Eneida de Ovidio que había aprobado milagrosamente me eximió de dicho requisito, vete a saber por qué, pero de todas formas quise seguir con el español.   Nos hicieron realizar una prueba de nivel y con toda la chulería del mundo pensé que lo había bordado; pero inflez de mí, me colocaron en Spanish 101, que representaba el nivel elemental.  Iba a protestar, pero luego reflexioné pensando que si el español me había resultado fácil la primera vez, repetirlo sería aún mejor.  De esa forma podría sacar buenas notas y centrarme en mi vida con socio de una de esas fraternidades famosas donde te enseñan a conseguir esa meta del litro en menos de 1o segundos. 

             Decidido, me dije.  Resuelto.  Si hubiera tenido más dominio del idioma, habría llegado a decir “de puta madre”…pero eso llegaría más adelante y os lo contaré cuando llegue el momento. 

Mi Amigo el Español: Un Idioma para Pringaos

Pues, como os estaba contando el otro día, el español no fue mi primera elección de segundo idioma.  Primero tuve que pelearme con el latín, que nos tenía que interesar, decían algunos iluminados de aquella época, porque de estudiarlo mejorábamos nuestro inglés.  Como sigo sin entender eso, no voy a profundizar más en el tema.  Basta con saber que sufrí ese idioma durante seis años e incluso conseguí sacar un aprobado en un examen oficial nacional sobre la Eneida de Ovidio.  A que suena divertido.  Era un puro milagro, porque no tenía yo ni idea, pero vamos si ellos me querían pasar, pues allá ellos.  Mientras tanto, mi madre decidió que aprender sobre aliteraciones y pentámetro yámbico (a que este último suena a algún químico para un producto de limpieza.  “Échale un poco de pentámetro yámbico al suelo que está asqueroso”), no constituían unos retos suficientes así que propuso (es decir, impuso) que estudiara otro más moderno.  Ejém…el francés.  Es que una vez más, mi ciudad es muy tradicional y allí el francés aún se consideraba una lengua de cultos.  El alemán estaba bien considerado, pero no dejaba de ser el alemán…una especie de latín moderno hablado con muchos sonidos guturales.  Y luego quedaba el pobre español.  Ese amigo al que pocos querían porque no lo hablaban la gente chic sino los que cortaban el césped de tu jardín.  Además, era muy fácil…una asignatura para los pringaos

          Así que me mandaron con el francés un año, y fue un desastre total.  Una Línea Maginot lingüística de proporciones enormes.  El problema principal era que no podía emular esos sonidos tan sutiles y eso le volvía loco a mi profesor.  Así que perdí toda confianza y me hundí.  Menos mal que había una chica muy guapa en la clase para animar la cosa.  No es que me hiciera caso tampoco, pero vamos, aun así.  Al final el profe surgió que lo dejara después de un año, algo inédito en mi carrera educativa, sobre todo por la falta de interés por su parte de motivarme.  Además me lo decía con un pedazo de acento que vamos, ¿quién era él para criticarme a mí?  Pero, de alguna manera, seguramente tenía razón.  Por lo menos en esos momentos, el francés y yo no estábamos hechos el uno para el otro.  Lo abandoné con tristeza y eso no me molaba. 

         No me quedaba otra opción que ir a por ese idioma para fracasados como yo: el español.  ¡Ay de mí!