El 2 de Mayo – Fiesta y un Fallo

Pues lo que os decía…para participar en algo realmente madrileño en un día sumamente madrileño, y me di cuenta enseguida de que la última cosa que hacen los madrileños en ese día tan madrileño es ir a los toros.  Aunque fuera una corrida goyesca.  Ya sé que la Feria de San Isidro está a la vuelta de la esquina y que el tiempo había estado revoltoso y que el Madrid se jugaba la Liga esa noche y todo aquello, pero, vamos, pasé por el túnel y ¡Dios!, como si hubieran cancelado la corrida.  “¿Ha habido una amenaza de bomba o qué?  Porque si no, no me lo explico.”

        No había prácticamente nadie en nuestra sección.  Nadie en ninguna sección.  Si alguna vez habéis visto la escena del coliseo en la película “La Vida de Brian”, eso te ayudará a hacerte una idea.  Y si no, pues nada, calculo que estaba entre un 20-25% ocupado, y de ese porcentaje, la mitad era extranjeros condenados a huir de la grada de de unos momentos horrorizados por sangrienta escena.  Pero para entonces, a la Empresa le daba igual porque ya estaba pagada la entrada y nadie les iba a reclamar la devolución de su dinero por estafa, por timo, por decepción.

        Pero ¿En qué les están decepcionando?  Han prometido una muerte a un animal mediante el uso de lanzas, banderillas y espadas, y por Dios, los muy profesionales no lo iban a dejar a medias.  ¿Acaso decido ir a una ejecución por hoguera solo porque me gusta el olor de chimenea como en los pueblos?

        Pero para mí, la culpa sobre todo la tiene el tipo que fijó los precios.  ¿Qué si eran elevados?  Vamos.  Indecentes.  Que sirva de reflexión, aunque lo dudo porque por mucha crisis que haya, esto no es como los super donde te ponen ofertas de gel de baño a precio de coste.  No te limpia, pero sales de la ducha sintiéndote un poco más rico o un poco menos pobre, como prefieras.

        Con un combinado en la mano, nos sentamos sin que nadie nos impidiera el libre movimiento sin tener claro qué era lo que nos esperaba.

De vuelta….part 2

Ahora bien, lo que realmente me sorprendió al llegar a Madrid fue la decisión del parlamento catalán de abolir las corridas de toros.  Miento.  No me sorprendió nada.  Lo que pasa es que me sorprendió de todas formas, si me entendéis, como a casi todo el mundo.  Ya iban avisando desde hace tiempo que iban a hacer una cosa semejante y la votación del miércoles pasado simplemente fue la confirmación.  ¿Todo esto forma parte de la nueva España pos-campeón-mundialista?  Yo qué sé.  Lo mismo las cosas están cambiando más de prisa de lo que me esperaba.

Mi opinión sobre los toros es de lo más patético.  Me gustan, me gustan mucho y cuando se hace bien (que es más bien poco) me apasionan.  Pero entiendo que en el fondo es una auténtica barbaridad y digno de una mente morbosa, como puede ser la mía.  No me convence ni un solo argumento a favor de su existencia.  Ni uno.  Ni arte, ni tradición, ni razas taurinas, ni ná.  No son suficientes para justificar la muerte lenta y dolorosa de un animal como espectáculo.  Por eso no soy defensor de las corridas de toros.  Sin embargo, me fascinan, me resultan impresionantes.  A ver cómo explicas eso.

Muchos catalanes simplemente están en contra de las corridas sin más y están en su derecho de pedir que se dejen de celebrar.  Sospecho que a otros les trae sin cuidado el tema pero ven en ello una oportunidad de oro para diferenciarse aún más del resto de España.  Pero es solamente una sospecha.  Lo que sí creo es que estamos ante el principio del fin de la fiesta nacional. Me tapo los oídos para no eschuchar los abucheos de los defensores más férreos, pero me mantengo en mis trece.  Esto, amigos, se acaba.  No será mañana ni dentro de unos años, quizá dentro de 50, pero mucho me temo que la puerta de la abolición se ha abierto y ya no se volverá a cerrar.

¿Qué se podrá hacer con esas plazas en el futuro?  Pues, por ejemplo, lo mismo que se viene haciendo desde hace años: ofrecer conciertos en verano.  Las Ventas lleva siendo un venue mítico desde que los mismísimos Beatles tocaron allí.  Anoche pude disfrutar de Mark Knopfler en esa misma plaza. ¡Ay qué maravilla! No hay nada como escuchar buena música bajo el cielo veraniego de Madrid acompañado de unos amigos y una brisa cálida.  Me encanta el ambiente. Me encanta volver a estar entre los españoles.  Mientras esperábamos el comienzo del show, comentábamos que teníamos suerte de no tener a nadie sentado delante de nosotros, porque las localidades son un tanto justitas y no dan para mucho movimiento.  Justo es ese momento pasa un desconocido alto y delgado y con cara de gracioso y nos dice con toda soltura y sin perder ni un paso de nuestra conversación, “A que me siento aquí y os hago la putada.  ¡Ja, ja ja!  No hombre. ¡Es una broma! ¡Ja, ja, ja! Ciao.”  

Eso es, amigos míos.  Así me gusta.  Ante los disgustos de la vida, no hay que tomar las cosas demasiado en serio.  Hay cosas de los españoles que no van a poder abolir nunca…y me alegro profundamente de que sea así.